Ya llevo cosa de un año
comentando que estoy experimentando una extraña sensación de bienestar y de
optimismo que nunca antes se había dado en mí. Yo, que siempre había sido una
ceniza y una agorera que creía que el mundo se había confabulado en mi contra.
Y cada vez le doy más vueltas al hecho de que es demasiada casualidad que este
estado comenzara más o menos a raíz de asistir a una Constelación Familiar; que
igual el mundo ya no me odia porque me he reconciliado con mi hermano abortado,
vaya usted a saber…
El caso es que el día de autos
aún continué en mi “bola zen”, lo cual me sorprendió bastante. A lo mejor
simplemente resulta que soy como una de esas ratitas que de tanto ir y venir en
modo recompensa-castigo, ya se ha aprendido el mecanismo y lo que podría venir
después. La cuestión es que no sentí la descarga eléctrica, y además es que ya
no habrá un después.
Al día siguiente, a pesar de que
seguía sin sentir nada que se pareciera al dolor, hice lo que toca hacer ante
un proceso de ruptura: perder la fe en el amor, cagarme en todos hombres y
llenar el vacío de la mejor manera posible, con pizza y helado. Todas sabemos
que lo único que llenamos es el tercer michelín de la barriga, pero actuar así
ante el desamor, es un proceso puramente fisiológico y no mental de lo más
habitual. Como también es normal acabar experimentando dolor, pero de estómago,
algo previsible teniendo en cuenta el festín que me pegué.
Ya por la noche le di un par de
ladridos a mi madre y hermana vía whatsapp, y activé el “alerta ámbar” al ver
que empezaba a asomárseme el rabo. Esto ya me parecía más normal y más yo.
Empecé a pensar que igual los poderes curativos de las constelaciones caducan
al año o así y por eso a lo mejor necesito renovar la licencia de estar en
calma volviendo a ver un teatrillo de esos.
El sábado por la tarde fui a un
concierto al que asistió la plana mayor de la que había sido mi profesión hasta
que la crisis y lo complicado de meter cabeza ahí, me hicieran sustituir el
micrófono por las labores de mantenimiento de unos apartamentos….vaya, que soy
la puñetera chica de la limpieza, ¡pero a mucha honra! O eso creía, que tenía
esa honra, pero cuando mis compañeros me preguntaron dónde me metía que hacía
mucho tiempo que no me veían por los estudios, no me apeteció contarles en qué
fregados me encontraba, nunca mejor dicho, y empezó a asomar por ahí la
frustración.
En qué momento me pararía yo a
escuchar la letra de una canción que tocaron en el concierto que se titula
“Follamigo” y que dice algo así como “perdona por quererte más de lo que te
mereces, perdona si mis besos no te fueron suficiente, cariño pasa buena semana
que el domingo repetimos (…), el sol está acojonao de tanto amor sin
compromiso, cariño, sobreviviré sin tu cariño”, porque algo hizo “¡pop!” e
inevitablemente se abrió el grifo y me derrumbé. Justo ahí, en pleno concierto,
con toda la gente de mi profesión alrededor, empecé a llorar y no me pude
contener. No podía haber sido la noche anterior en casa en pijama tarrina de
helado en mano, no, tuvo que ser en ese preciso instante. Tócate los huevos…
Le di un rabotazo a mi mejor
amigo que me echó un poco en cara el numerito, como si no tuviera derecho a
estar triste, pero el remate fue leer el comentario que dejó un anónimo en la entrada anterior del
blog, planteando que igual me había flipado un poco con la historia que viví con el gatito, echándome en cara que seguramente él no la describiría como algo así de estupendo. Anónimo, que sepa usted que
no me ofendió, pero que me toqueteó un poco el ego. Que soy consciente de que
la mayoría de mis relaciones han pasado más en mi cabeza que en la realidad,
que un “estoy confundido” para mí podía ser “la intensa pasión que siento por
ti me tiene obnubilado”; y aunque creía que la visión del gatito sería similar
a la mía, me quedé con el runrún en la cabeza de si quizá esa persona pudiera
tener razón en lo que había escrito.
Afortunadamente después de un día
de mierda, la noche acabó estupendamente: volví a casa no con uno, sino con dos
maromos que pernoctaron en mi cueva y que a la mañana siguiente me prepararon
el desayuno con croissants franceses recién hechos y zumito de naranja y todo, ¡soy
una triunfadora! Bueno, vale, admito que eran dos amigos, gays para más señas,
y que además me usurparon la cama e incluso el cuarto de invitados y me
obligaron a dormir en el sofá con tal de no escuchar sus ronquidos, pero eso es
lo de menos.
El domingo mientras le daba al
plumero, estuve recapacitando sobre todo. Amos
a ver, en el tema laboral, es cierto que he tenido mala suerte, pero también
que este último año me acomodé y excusé en la bajada de trabajo para no ponerle
más empeño y conseguir tocar más el atril, así que no es muy justo sentirme
frustrada por no poder más que cantarle a la fregona y doblar sábanas y toallas
en vez de personajes; por lo tanto esta semana me he armado de valor y ya he
empezado a sembrar, a ver si crece algo.
Solucionar el come-come de
averiguar qué había supuesto para el gatito nuestra historia, sólo pasaba por
preguntárselo a él directamente, aún a riesgo de que no me respondiera porque
hablar de sentimientos normalmente le producía un cortocircuito. Pero contra
todo pronóstico me respondió, lo cual ya me parece un acto de amor; y su
respuesta me calmó al reafirmar mi versión de los hechos y confirmar que para
él todo había sido igualmente de maravilloso y especial. ¡Siento desmontar tu teoría, anónimo!
Por la noche decidí que ha llegado
el momento de volver a divertirme, que en nada está aquí la primavera y estoy deseando ver crecer las flores, pero no las que puedan crecerme ahí abajo en el mismísimo si no tomo cartas en el asunto, así que me conecté un rato a Badoo.
Después de visitar más de 300 perfiles y -esta vez no exagero ni una gota- de
luxarme el dedo pulgar de tanto pulsar “NO” en la sección de encuentros (que si
esos son los peces que dicen que hay en el mar, yo me hago vegetariana y me alimentaré exclusivamente
de algas), decidí borrarme, porque el percal con el que me encontré es aún peor
del que describiera hace tiempo por aquí. De todos es sabido que una mancha de
mora con otra verde se quita, pero las de color caca me parece a mí que no van a servir de mucho.
Me acordé entonces del perfil que abrí hace tiempo en Adoptauntio y que jamás había utilizado, y al ver que el
panorama era un pelíiiiin más alentador, decidí actualizarlo.
Después de chatear con 3 ó 4 personas, me he dado cuenta de que entre los hombres, hay una palabra que siempre les provoca y que les hace caer rendidos: “croquetas”. La dices, les cuentas que las tuyas quitan tanto el sentío que hasta tienes una página de fans en Facebook, y ya te están pidiendo una cita. ¿Será porque rima con “tetas”?
Y mira, creo que de momento no
voy a tener que volver a constelarme porque sigo contenta, y eso es todo un
alivio. Igual esta sí soy yo.
P.D: Esta semana finaliza el plazo para poder votarme en los premios de la blogoteca de 20 minutos y aún estás a tiempo si te gusta lo que lees. ¿O es que quieres que te de con el rabo?