lunes, 25 de noviembre de 2013

¡Un palo, un palo, un paloooo! (Y yo feliz)


Soy supersticiosa de las de “por si acaso”, admito que creo en un montón de absurdeces, pero sin embargo no me trago la finalidad de las cadenas de mensajes y siempre las rompo. Me resultan un incordio y una pérdida de tiempo, y no concibo que dándole por ejemplo a un “me gusta” en una foto, pueda alimentar a un negrito de África o colaborar en la investigación de una enfermedad rara. Por las mismas, me río de esos mensajes que te prometen x años de mala suerte si no es reenviado inmediatamente… ¡me la juego tentando a mi destino constantemente! No saturo a mis contactos con mensajes estandarizados para decirles lo maravillosos que son, y odio que me supliquen que continúe con la cadena y les devuelva el piropo –y a otras 20 personas más- como prueba de mi amistad. Ah! Y tampoco me gustan los mensajes navideños impersonales que corren como la pólvora para fingir que se acuerdan de mí; prefiero un mensaje exclusivo y personalizado aunque sea a destiempo.

Pero me ha llegado una sorpresita que no puedo ignorar, porque sería muy maleducado por mi parte y ser demasiado rancia. Resulta que Cecilia, que tiene un blog que se llama "Mivida Enblog" en el que cuenta un poquito de todo, ha decidido otorgarme el Premio Liebster porque le han parecido interesantes las tontunas que cuento por aquí. Este premio tiene como objetivo dar difusión a los blogs de nueva creación o a los que tengan pocos seguidores, para motivar así a sus autores a seguir poniéndole ilusión a su proyecto blogger, sea cual sea su finalidad, y que pueda llegar a más gente. Al recibirlo, tienes que nominar a otros 11 blogs más, y ellos correrán la misma suerte que tú.

Así contado puede parecer otra cadena de mensajes, pero es de bien nacidos ser agradecidos, y todo un detalle que alguien haya pasado por mi espacio y decidido que merece la pena ser leído por lo que sea. Por eso, recibo con gusto la nominación y el premio. ¡Gracias, de verdad! Y hago extensivo el agradecimiento a las 29 personas que dan la cara y constan aquí como seguidores, y a los anónimos no tan anónimos que me animan con sus comentarios por aquí o en privado, especialmente al gatito que me dice "miau" de vez en cuando (porque se pica si no le dedico cosas bonitas aunque diga que no), y a la loca que va tirando euros eslovenos al aire. Este blog surgió como respuesta a una incontinencia verbal, a un exceso de imaginación y de historias peculiares que merecían ser contadas para liberar espacio en mi disco duro, pero si no considerara importante el feedback de los otros, seguirían siendo una montaña de papeles desordenados con ideas aleatorias y cuentos sin terminar.

Agradecidaaa, y emocionadaaa, solamente puedo decir: ¡gracias por veniiiir!



Al lío. Las normas del premio son:

-    Agradecer el premio a quien te nominó.
-    Responder a las 11 preguntas planteadas.
-    Nominar otros 11 blogs con menos de 100 seguidores y notificárselo.
-    Plantear 11 nuevas preguntas.

Y paso a responder a las preguntas de Cecilia, pero con su permiso, lo haré a mi manera:

1.      ¿Qué te aporta ser blogger?
Me ayuda a ordenar ideas, me ahorra sesiones de psicoterapia, me entretiene, y sobre todo me fascina la magia de que gente del otro rincón del mundo pueda leerme y sentirse identificado. O que al menos puedan pasar un buen rato ya sea riéndose conmigo o de mí.

2.      ¿Cuál es tu color favorito?
Pues depende de para qué, pero es difícil olvidarse de un pasado siniestro, así que el negro. Y el rojo en los labios y en las uñas siempre.

3.      ¿A dónde te gustaría viajar?
Me encanta viajar, a donde sea, aunque sea a la vuelta de la esquina, sobre todo si es en buena compañía. Mis viajes pendientes que tengo que hacer sí o sí, son Berlín, Lisboa, Granada y la costa norte de España. Mañana precisamente pongo rumbo a Bruselas, y el año que viene visitaré Múnich seguro.

4.      ¿Conocías mi blog?
Upsss… sinceramente no, pero me pongo a ello. No curioseo demasiado por la blogosfera, pero casi siempre tiro a los blogs de historias personales que son los que más me interesan. Maruja que es una.

5.      ¿Cuáles son las entradas que más te gustan de mi blog?
No seee, no seee, ¡dame tiempo Cecilia! Pero como tú soy fan de Deliplus y mi infancia también está marcada por las mismas películas que a ti te llegaron.

6.      ¿Qué prendas consideras básicas en tu armario?
Ahora mismo, la batamanta.

7.      ¿Qué libro me recomiendas?
No soy de recomendar libros porque eso depende mucho de los gustos de cada cual, pero “Abierto toda la noche” de David Trueba te dejará con una sonrisa seguro.

8.      ¿Cuál es tu película favorita?
Pues depende de mi estado de ánimo, hay tantas… y lo bueno que tiene mi memoria de pez, es que las borro y las puedo disfrutar de nuevo como la primera vez. La última que me impactó fue “Blue Valentine”.

9.      Elige: ¿pelo liso o rizado?
Mmmm… arriba liso y abajo pelón.

10.   ¿Cómo definirías tu estilo de vestir?
¿Ecléctico? Puedo ser un desastre total o dar el pego si la ocasión lo merece.

11.   ¿Cuál es tu lema?
Hagas lo que hagas, ponte bragas. ¡No! Antes muerta que sencilla. ¡Tampoco! Mmmm...Vive y deja vivir. O el triunfo es sólo de los valientes. Y a mí me define: "Perra de día, y también de noche".

Y aquí va la lista de mis nominados, espero que no sea un marrón para ninguno de vosotros:

- Lagasca Vintage, un blog de moda y decoración vintage hecho con mucho mimo donde se pueden conseguir auténticas gangas.
- El Café de Rick, por ser mi gurú de cine.
- Cosas que mi madre me dijo que no hiciera nunca, por sus cuentos con trasfondo psicológico que me hacen pensar.
- Y de repente... sonó un bang, porque me gustan mucho sus historias.
- Lady Madriz, porque me parece una tía muy interesante y me gusta cómo escribe.
- Devanando la madeja, porque me encanta la delicadeza con la que escribe.
- Esta canción es para ti, por su buen gusto musical.
- Lady Tea, porque me parece una tía echá palante y suelo coincidir con sus puntos de vista.
- Bienvenidas a los treinta, porque me río con sus historias, a veces muy similares a las mías.
- La ñ no sabe francés, por ser un descubrimiento reciente que se lee con mucho gusto.
- Historias de mentes, por saber acercar la psicología y dar esperanza a gente con problemas.

En cuanto al apartado de las preguntas, también las voy a hacer un poco a mi manera:

1.   ¿Le has dejado leer tu blog a tu madre/padre o a alguien cercano de la familia?
2.   ¿Por qué te decidiste a publicar lo que escribes?
3.   ¿En qué te inspiras, tienes musa?
4.   ¿Te has levantado de madrugada a corregir alguna entrada?
5.   ¿Crees que tus mejores escritos son los que menos visitas o comentarios tienen?
6.   ¿Has ligado o conocido a alguien gracias a tu blog?
7.   ¿Esperas que te descubra un cazatalentos?
8.   ¿Has recibido algún comentario ofensivo?
9.   ¿Te esfuerzas por intentar llegar al máximo número de gente posible?
10. ¿Prefieres el anonimato o no te importa firmar con nombre y apellidos tus entradas?
11. ¿Qué opinas de mi blog si es que has leído algo?

martes, 12 de noviembre de 2013

El placer de lo duro


Mariah Carey escayolada, fiel a la premisa de "antes muerta que sencilla"


A consecuencia del accidente que truncó mi cita con el último aspirante al trono, y que ya conté en la entrada anterior, acabé con la mandíbula medio desencajada (de manera literal) y con una fractura en el 5º metacarpiano que implicaba estar cinco semanas con el brazo derecho escayolado.

Los primeros días en mi nueva condición de lisiada, fueron complicados. Es cierto que uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde; que afortunadamente la mandíbula volvió a su ser en dos días y no perdí mi brazo derecho, pero tenerlo inmovilizado era como tener un apéndice que sobra y que molesta, un miembro fantasma que sigue conectado al cuerpo pero que ha perdido toda su funcionalidad. Pero como seguía ahí, resultaba difícil transferirle al cerebro que por un tiempo no podría seguir utilizándolo.

Lo más terrible no fue hacerme a la idea de que con mis lesiones se me complicaría el arte de ciertas técnicas amatorias como la felación o la masturbación ajena, tal y como apuntó un amigo muy “gracioso”, consciente de que mi vida sexual por entonces venía siendo la misma que la de una ameba. Lo duro fue empeñarme en seguir realizando tareas mundanas con ambos brazos. Porque mi cabezonería derivó en pequeños desastres irrelevantes como destrozarme la “mano buena” intentando cortarme las uñas con los dedillos que me quedaban libres en el brazo escayolado; o accidentes caseros sin importancia como las duchas involuntarias -a altas horas de la noche- con la sopa de cebolla que mi amigo el “gracioso” me había preparado con amor, al tratar de guardar el perolo en la nevera una vez enfriado. O tener que limpiar el desaguisado después, en medio de la desesperación y del bochorno de mi cuerpo serrano bañado en pringue, y todo ello con una sola mano mientras tu perro se reboza también en el litro y medio de sopa que se ha colado por todos los rincones y electrodomésticos de la cocina. Vamos, muy divertido, y sin duda con el mejor aroma que quieras retener.

Lejos de achantarme, estas desventuras me hicieron envalentonarme y plantearme cada día pequeños retos, y creerme toda una paralímpica consiguiendo la medalla de oro cada vez que lograba cepillarme los dientes sin hacerme sangre, peinarme con la coleta tiesa y no de medio lao, o ser capaz de cortar por la mitad una naranja con la izquierda para prepararme un zumo. Mis respetos a todos los paralímpicos ahora más que nunca.

Con el tiempo, llegué a la conclusión de que todo lo del accidente pasó para que aprendiera a ser ambidiestra, y así ser una mujer aún más completa. Alguien tendrá que apreciarlo algún día, digo yo. 

Pero la auténtica tragedia me esperaba fuera, en la calle. Yo que no soy muy amiga de que me aborden extraños ni le suelo seguir la conversación a las marujas que tienen ganas de darle a la sin hueso en el mercado, me vi de repente con un artilugio maligno que atraía las miradas y despertaba la curiosidad de todo el mundo. La escayola estaba ahí, como si fuera un letrero de neón con forma de flecha apuntándote a ti directamente, diciendo: ¡¡Eh, tú, extraño!! ¡¡Sí, aquí, ven a saludarme!! ¿A que te mueres de ganas por saber qué me ha pasado?

Porque los yesos, collarines y demases, despiertan la indiscreción del ajeno.  Y no me refiero a la educación o el interés real del vecino o de aquel que te conoce del barrio, me refiero a la preguntita de: “¿y dónde habrás metido la manita?” que cualquier otro desconocido, de repente se atrevía a lanzarte. “¿Y si resulta que le he metido la manita a tu madre por el culo?”, me daban ganas de responderles algunas veces. La gente te señala, te apunta con el dedo, susurran a tus espaldas, y a mí… a mí me tocaban las narices, qué quieres que te diga. Porque las cicatrices y las lesiones guardan una historia detrás que no siempre el que las lleva, quiere compartir con los demás.

Esta circunstancia convirtió los paseos de 10 minutos a hacer los recados de cada día, en maratones de obstáculos que se prolongaban hasta casi una hora. Minutos de deporte patrocinados por “Yesos quirúrgicos de España”, en los que ejercitaba hasta los músculos de la cara, ya fuera con el modo-sonrisa-fingida on, o conmovida por la preocupación del extraño que se me acercaba para saber qué me había ocurrido. Y la pesadilla no cesó una vez que todo el barrio estaba informado sobre el cómo, el qué y el cuándo, sino que después tocaba actualizarles con mis no-avances: "Pues aquí sigo, escayolada (hasta los mismísimos, ¿es que no lo ves?)". Mágicamente, al quitarme la escayola, he vuelto a ser invisible.

Eso sí, ligué más que nunca. Ni escotes ni minifaldas, señoras, ¡ponga un yeso en su vida! Poco importa tu aspecto desaliñado consecuencia de tu poca habilidad para manejarte con una sola mano; a la gente la escayola extrañamente parece darle rollo. Me acuerdo de Pedriño, de la edición pasada de QQCCMH (pograma del que soy fans), que decía que le daba morbo una escayola, un diente roto o una muleta… vamos, que si entraba en un hospital, el chico debía ponerse a mil. Y he recordado también que este verano, antes del accidente, di con una extraña pareja que me confesó el mismo fetichismo, solo que estos, además decían que procuraban practicarlo y se vendaban a posta el uno al otro para darse placer.

Con estas, me ha dado por buscar en esa fuente inagotable de conocimientos que es  internet, si habría mucha más gente a la que le fuera este tema, y yo que creía haberlo visto casi todo, me encuentro con que hay infinidad de webs con señoritas, en su mayoría rusas o japonesas, posando ligeritas de ropa pero con alguna parte de su cuerpo inmovilizada por el yeso, para satisfacer los deseos de los amantes de la escayola y de cualquier otro tipo de inmovilización médica. Ellos se hacen llamar “casters”, y lo que les pone es la inmovilidad parcial o total del otro y su vulnerabilidad para así poder abusar de ellos. ¿Cómo te quedas? Yo no sé si me arrepiento de no haber guardado el yeso para poder utilizarlo en caso de necesidad por si mi barbecho es demasiado prolongado, que nunca se sabe.

Afortunadamente en mis días de baja, no todo fueron sinsabores y tuve más de un momento de alegría, gracias sobre todo a aquellos amigos incondicionales que lo mismo te hacían la compra, te cocinaban, te ayudaban a arreglarte o te visitaban y te traían regalitos para hacer más llevadera la convalecencia.

Pero el día del éxtasis, y nunca mejor dicho, fue aquel en el que por fin conocí a JJ. Llevaba chateando con él un par de meses, en conversaciones divertidas pero sin demasiada chicha en las que demostramos tener un relativo interés el uno por el otro, pero por una cosa o por otra, no conseguíamos cuadrar nuestras agendas para quedar. Eso sí, confieso que era ver sus fotos y convertirme en la típica adolescente que saliva por arriba y por abajo admirando las fotos de su ídolo en Superpop. Cuando entraba en su perfil para ilustrar a mis amigos con aquello que me traía entre manos y que me dieran su bendición, automáticamente tenía que colocar el cartel de superficie deslizante, porque es que aquello no era ni humano ni normal.

Nuestra cita surgió de una manera tan improvisada y repentina, que apenas tuve tiempo de acicalarme, así que tuve acudir a la misma con la cara lavada, la misma ropa que como pude me había puesto aquel día al levantarme, los mismos pelos malpeinados, y el brazo en cabestrillo. Y maldije a mi escayola por no  colaborar en momentos de auténtica necesidad. 

Pero JJ no sólo era un bomboncito, sino que además era un tío educado, majete e interesante, que pagó la cena, paseó con maestría a mi perro mientras me sujetaba por el brazo bueno, y que me regaló los oídos con frases como "es que tú eres muy guapa y no te hace falta maquillarte para ser atractiva". No tuve más remedio que llevarme a casa a semejante maravilla de la naturaleza, antes de que la aprovechara otra.

A la mañana siguiente algunos de mis amigos recibieron un whatsapp con una foto del susodicho y el texto: “Señoras mancas que…”. Segundos más tarde, mi teléfono echaba humo, y todos querían conocer los pormenores: ¡Pero tía! ¿Cómo? ¿Queeee? ¡Cabronaaa! ¡Hijísima de la gran puta, qué bien te lo montas! ¡Ole tú! ¿Pero tú no estabas inválida?

Yo sólo sé que mi escayola no supuso impedimento alguno para pasarlo divinamente aquella noche, y que cuando él se marchó de mi casa, estuve una media hora repitiendo en voz alta: ¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad!...

Ese cuerpo escultural de proporciones perfectas, ese pecho como si hubiera sido cincelado por  el mismísimo Miguel Ángel, ese six-pack-abs para ponerte a fregar los trapitos después de la faena, esos brazos fuertes que me agarraron así y asá, esa carita preciosa enmarcada en una  bonita barba, esos dientes resplandecientes y esos labios que convertían en poesía cualquier majadería que saliera de ellos, esa alegría, esa lozanía, ese brío, ese… ¡ufffff!

Y así JJ pasó a ser conocido entre mis amigos como “el Dios griego”. Porque él era la luz que no debía ser abandonada, él era omnipotente y todopoderoso, digno de adoración y devoción, un ser supremo que me hizo partícipe de sus atributos de poder a través de sus dones, la gracia divina… ¡Amén, hermanos!

Pero como buen dios, también se hizo invisible, y al tercer día de mensajes complacientes después de nuestro encuentro, extrañamente no resucitó ni volvió a mi lecho. Desapareció y creo que habrá ascendido a los cielos, y por eso ya no contesta a mis mensajes, porque me imagino que allí no debe haber mucha cobertura 3G.

¡¡¡Oh dios mío, por qué me has abandonado!!!

O quizá es que JJ era simplemente un caster, y lo que pasa es que le gustaba el placer de lo duro, y ahora que mi mano vuelve a ser la que era, quizá haya perdido para él todos mis encantos... Mierda, ¿alguien sabe dónde podría conseguir una escayola de quita y pon?





sábado, 9 de noviembre de 2013

Dentro del laberinto (y la cita más breve de mi vida)



Las opiniones son como los culos: cada uno tiene el suyo. Cuando le pregunté a mis amigas lo que opinaban sobre el destino, acabé con la cabeza como un bombo, porque cada una tenía su teoría, a cual más dispar.

Estoicismo, epicureísmo, determinismo, existencialismo… Hay explicaciones filosóficas al respecto para dar y tomar.

¿Y quién tiene la verdad absoluta sobre si la libertad metafísica existe?

Toda alternativa  puede ser genuina, pero creo que lo verdaderamente importante, es la coherencia de las historias que el cerebro y la imaginación de cada cual logren construir.

Mi teoría al respecto del destino es un poco de andar por casa.

Siempre he pensado que la vida es algo así como los libros de “Elige tu propia aventura”. En aquellos libros el lector tenía que decidir en determinados puntos sobre los trayectos de lectura, eligiendo qué alternativas tomar para el desarrollo de la historia. A pesar de que las alternativas se podían escoger libremente, todas habían sido pensadas y escritas previamente por un autor.

Sobre lo ya escrito, las posibilidades que se le presentaban al lector eran múltiples: algunas elecciones eran sencillas, otras sensatas, unas temerarias y algunas peligrosas… No había opciones acertadas o erróneas, sino que uno podía leer el libro muchas veces, obteniendo resultados y finales diferentes. No obstante, en aquellos libros solía premiarse la prudencia, la inteligencia o la bondad, que llevaban a desenlaces más felices y al éxito del protagonista. ¡Ay de ti si decidías ser violento, cotillear más de la cuenta, o no ayudar al cervatillo herido que pasaba por ahí y que aparentemente no pintaba nada en tu historia, porque entonces seguramente estabas abocado a un destino de lo más cruel!

Ocasionalmente el lector podía encontrarse atascado en un círculo vicioso en el que siempre acababa en la misma página como resultado de alguna elección particular, y la única opción posible era volver a comenzar el libro.

Además, recuerdo un libro, acerca de la búsqueda de un paraíso que nadie podía alcanzar, cuyo final únicamente se hallaba si el lector ignoraba las reglas y buscaba en el libro aleatoriamente.

Pues para mí la vida es bastante parecida a todo lo anterior. Creo que el destino de cada uno es un libreto, un guión que está escrito pero cuyas letras no son del todo indelebles, y en nuestras manos está aceptar o no el papel que nos han dado, determinado fundamentalmente por el cómo, el dónde y el cuándo hemos nacido. Desde luego no se puede negar que la constitución genética de una persona, constituye una condición causal suficiente para el carácter moral o las acciones que esa persona realice, por lo tanto al menos hay un boceto escrito para cada uno de nosotros. Sería una especie de laberinto ya diseñado. Eso sí, aún creyendo en un destino marcado, con sus distintas ramificaciones sobre las que podemos elegir libremente como en los libros, y que a su vez ya están más o menos determinadas, no tengo ni idea de quién es el responsable supremo que ha pensado en todo aquello que nos puede pasar, no sé quién ha escrito el guión. Aquí supongo que se tambalea un poco la coherencia de mi teoría. Y es una auténtica putada no tener a quién enviarle una reclamación.

Una de las diferencias que encuentro con los libros, es que lamentablemente uno no puede volver al día en que nació (al principio del libro), o a un determinado punto que se desee revivir y rehacer porque le ha salido mal (como cuando poníamos el dedito en la página por si acaso la elección que habíamos tomado nos saliera mal, para volver al punto del libro en el que nos equivocamos) Pero de alguna manera sí que podemos resetearnos y hacer un giro en el camino, ya sea eligiendo la buena vida tras un paseo por el lado oscuro, o colgando el hábito para dedicarnos a la mala vida. Podemos intentar enmendar la plana cuando la hemos cagado, aunque no siempre es fácil. Y si nos empeñamos, también podemos entrar en bucles sin fin con determinadas historias, ¿o soy la única que ha tropezado 20 veces con la misma piedra?

Otra de las diferencias, es que seguramente los logros y éxitos de las personas suelan estar relacionados con las decisiones más éticas, pero la vida me ha demostrado que también se puede triunfar tomando decisiones imprudentes o incorrectas. ¿Acaso copiar en los exámenes y aprobar, saltarse las reglas para ganar o las colas para llegar antes, o tener la mano un poco larga para hacerse con lo ajeno y que no te pillen no cuenta? Si no, que se lo digan por ejemplo a la Infanta Cristina. Como en los libros, hay gente que simplemente nace con una flor en el culo, y no importa lo que hagan, que siempre van a estar a salvo de un desenlace terrible y van a seguir tan ricamente porque el autor del guión de su vida tiene un humor que te cagas y es de lo más benevolente.

¿Será cuestión de nacer con estrella o estrellado? ¿Es la suerte tan sólo un capricho de la probabilidad o existe cierta predeterminación?

Hayas nacido o no con una flor en el culo, no sé si te consolará saber que dicen que los seres humanos tendremos unas 20.000 pequeñas adversidades a lo largo de nuestra vida que no se pueden evitar, aunque seas eficiente y responsable, la persona más maja o solícita del mundo o malo malísimo. ¿Significa eso que a todo cerdo le tiene que llegar en algún momento de alguna manera su San Martín? ¡Así sea!

Llevando el tema del destino al terreno del amor por ejemplo, ¿nunca te has obcecado en intentar cambiar al otro o amarrarle pa ti pa siempre y en ser una santa, olvidándote de tu dignidad, aunque no te hiciera ni caso el susodicho, o te tratara malamente?¿Y no te ha pasado que pesar de picardías –literales o metafóricas-, artimañas o bondades made in Calcuta, poco le importaban al otro porque parecía seguir unas leyes inmutables del universo de lo más deterministas y no había manera de cambiarle o amarrarle?

Es que hay cosas que no tienen que ser, y punto, así que tampoco te empeñes demasiado en intentar burlar al destino. Es insensato e inútil tratar de cambiar el plan de esa providencia divina, y si no mira a los protagonistas de las películas de “Destino Final”. Pero si te has visto atrapado en algún bucle con alguna persona, tampoco seas tan romántico y creas que tiene que ver con un destino rosa escrito para los dos; analiza si acaso tiene más que ver con tu propia cabezonería, disposición o con un cierto ramalazo psicopatoide.

Hace unos tres años conocí virtualmente en un portal de encuentros al típico chico malote que me encanta por entonces me conquistaba. Estuvimos chateando unos días, y justo cuando estaba dispuesta a quedar con él, me confesó que tenía una relación que definió como abierta -aunque su parienta no parecía estar al tanto de su planteamiento- que había comenzado apenas dos semanas antes de conocerme. En ese momento decidí retirarme del juego, porque no me apetecía ser el segundo plato de nadie: yo buscaba ser el menú completo. Y le perdí de vista. Pero este verano reapareció anunciando que aquella relación liberal se convirtió en algo serio y que había durado hasta hacía bien poco.

- ¿Estás solo ahora y tirando de churri-agenda o qué? – le escribí.

- Nooo. Me caías muy bien, pero por las circunstancias que ya sabes, perdimos el contacto. En todo este tiempo he estado pensando en ti y en las cosas del destino, porque si te hubiera conocido dos semanas antes, igual tú ahora serías mi novia y a mi ex ni la habría conocido – me contestó.

Hay que reconocer que el chico demostró tener arte. Pero para más inri, además me informó de que en dos semanas se iba de España.

- Creo que te dejé claro por entonces que no me interesaban los polvos de una noche o los follamigos, así que si entonces te dije que no me apetecía dejar el lado virtual y conocerte, me temo que mi respuesta sigue siendo la misma. Te vas, y no tengo ninguna intención de iniciar una relación a distancia.

- Nooo. Mira. Quedamos a tomar unas cañas, nos reímos. Seguramente tú te meterías bastante conmigo, nos gustaríamos (si todo sale bien, que sería cuestión de suerte), nos besaríamos, tú me invitarías a pasar la noche en tu casa, y por la mañana nos despediríamos. Luego podemos seguir manteniendo el contacto por aquí, e incluso volver a vernos más veces, aquí o allí (...) Lo peor que puede pasar si quedamos, es que me hagas la cobra, y entonces recordaré repentinamente que tengo que estar en otro lado con muchísima urgencia (…), pero hasta ese momento embarazoso, lo habremos pasado estupendamente – remató.

- ¿Llevas pensando todo esto casi tres años? ¿También has pensado qué vas a ponerte? – le respondí anonadada.

- Han sido dos años y ocho meses para ser exactos. ¿Ponerme? ¡Preservativo por supuesto, qué me voy a poner, a saber dónde hemos estado! Ah, ¿dices de ropa?

Traté de dejar correr el aire, pero aunque intentaba evitarle, nos seguíamos encontrando en distintos portales de ciber-amor, y él volvía a señalar al destino como responsable.

- No se llama destino, se llama aburrimiento y cuelgue – apuntillé.

Pero confieso que con su humor me fue ablandando y tras largas conversaciones cibernéticas, decidí quedar con él a tomar unas cañas, a sabiendas de que lo más probable es que le haría la cobra porque no me interesaba para nada aquella historia.

De hecho, para asegurarme de que no pasaría nada entre nosotros, decidí acudir en moto a nuestra cita: así, evitaba perderme en los efluvios del alcohol y confundirme, que me conozco. Pero como yo sigo la premisa del si bebes, no conduzcas… Además cogí sólo un casco, y de esa manera él no podría volver conmigo a casa. (Vale, la variable de que él o los dos cogiésemos un taxi de vuelta a mi casa, no la manejé, pero aunque mi plan no era perfecto, era bueno a priori)

El caso, que a pesar de que empezó a llover y de que yo nunca cojo la moto cuando el asfalto está mojado, me mantuve firme con mi mecanismo de protección a los arrepentimientos (que me pregunto yo qué pensaría mi psicóloga del tema), y allí que iba.

Y como en la más chusquera de las películas de “Destino Final”, los elementos se fueron confabulando para que esa cita jamás tuviese lugar: un asfalto más resbaladizo de lo habitual, un semáforo en ámbar frente a unas placas de hierro sobre las que si frenas te puedes matar, y una viejecilla a la que no le gusta la lluvia, que decide que no se quiere mojar y sale corriendo sin mirar antes de tiempo.

¡¡NOOOOO!! ¡¡CATAPLUMMM!! Y ahí que me piñé.

En medio del caos no sé cómo tuve la lucidez de avisar al tipo de que no sólo no iba a poder llegar a tiempo a la cita, sino que es que no iba a llegar, y le expliqué todo el asunto por teléfono.

Pero el chico se presentó en el lugar de los hechos, supongo que porque igual no se creía nada de la historia, o por seguir tentando al destino. Nos dimos dos besos y me ayudó a levantar la moto y me consoló en el estado de shock de todo el accidente; todo muy normal. Incluso se ofreció a acompañarme a urgencias, pero le dije que ni quería hacerle pasar por una situación así, ni me iba a sentir cómoda con un desconocido en el hospital. Y desde luego no me iba a apetecer irme a tomar unas cañas cuando saliera de allí.

Y así, ésta se convirtió en la cita más breve y desastrosa de la historia de mi vida.

Él se comportó como un caballero y estuvo pendiente de mí y de mis lesiones durante los siguientes días, y desde el extranjero, aún pretende seguir manteniendo el contacto conmigo, pero pienso que todo lo del accidente tuvo que pasar por algo. Destino, ¿eh? Yo me fío de él, y desde luego las señales que me envía, me dicen que huya de esta persona desde el principio del libro y que pase de página y escoja otro camino. Allá este chico con su cabezonería. Porque es que hay cosas que no tienen que ser y punto. Y como no tengo ninguna flor en el culo, no pienso seguir tocándole las narices a la divinidad suprema que mueve los hilos. Sea quien sea.