lunes, 27 de mayo de 2013

De luz y de color



Hace tiempo, unos amigos me recomendaron que viera la irónica película de Hal Ashby “Harold y Maude”, argumentando que me gustaría sobre todo por las similitudes que consideraron que hay entre la personalidad del protagonista y la mía. Harold es un niño de buena familia que a pesar de tener cualquier capricho a su alcance, está deprimido. Fascinado por la muerte, se entretiene montando grotescas y fúnebres performances para fingir su propia muerte por suicidio, ante la absoluta indiferencia de su madre.

Sin llegar a los extremos de Harold, admito que en mí aún hay ciertas reminiscencias de la oscuridad de mi adolescencia que quizá me podrían acercar a ese personaje. Yo confieso que mientras el cuarto de mis amigas estaba decorado con peluches y posters de tíos estupendos, en mi habitación lo que había eran brazos de látex cercenados, máscaras repugnantes, bebés de aliens en formol, y posters de películas gore. ¡Una auténtica monada, jur jur jur! Y fotos de Depeche Mode, por supuesto. Para más señas diré que mi abuela, en cuanto vio la foto de las hijas de Zapatero en la recepción de Barack Obama, me llamó para comentarme lo muchísimo que le habían recordado a mí por aquella época. Porque yo también fui un poco "sierva de la noche". Y aunque gracias a Dios he evolucionado, aún predomina el negro en mi armario, me encantan los fenómenos paranormales, me hace gracia el gore y la escatología, y me sigue emocionando la música que escuchaba entonces.

Reconozco también que me he imaginado infinidad de veces mi funeral, preguntándome quién asistiría y cómo reaccionaría la gente. Incluso he pensado en mis últimas voluntades.

A estas alturas del cuento no voy a desvelar ningún secreto diciendo que la mayoría de los que me conocen, me consideran una persona no precisamente optimista, aunque yo me crea más bien realista: sin ser demasiado agorera, siempre tiendo a ponerme en lo peor, porque así sólo me queda sorprenderme para bien.

Pero desde hace un par de meses, me pasa algo raro: el buen humor se ha apoderado de mi persona y me despierto cada mañana con una sonrisa. Y no es que me incomode este estado, pero he empezado a preocuparme tras recibir un email de mi jefe felicitándome por mi buen trabajo y la calidad de mi atención, en el que me reconoce como la mejor y más amable empleada de mi turno. Mis propios compañeros, que me describen como la "reina de la bordería", se extrañan y piensan que hay tongo. Juro que mis rodillas siguen sin estar peladas, pero es que de repente soy todo buenas palabras y buen rollo. ¿Será grave?

Aquí es cuando creéis que voy a confesar que me he enamorado… ¡ja! Me temo que sigo estando soltera; o single en inglés. Y que a este paso me convertiré en maxi-single, o sea, una solterona en castellano. Siento comunicaros que mis experiencias con el sexo opuesto, siguen siendo igual de desastrosas que siempre.

La cosa es que casual o circunstancialmente, desde que asistí como testigo a unas Constelaciones Familiares, soy otra persona.

Lo cierto es que esta ha sido la primera primavera en mucho tiempo, que he vivido como la mayoría de la humanidad, con sus picores, sus furores y sus alegrías. Para mí la primavera  solía venir de la mano de la astenia y del agobio por la operación bikini a la que siempre llegaba tarde. Y de pronto fschchchch… ¡todo eso se ha esfumado! Y con el mal rollo y los kilos de más, también se me fue la inspiración, motivo por el cual dejé de escribir por aquí. ¡Mi musa me abandonó cual mal desodorante! ¿No dicen que los grandes genios generalmente son mentes atormentadas? Será que resulta más fácil escribir desde el dolor y los sentimientos a flor de piel. Ahí lo dejo.

Con los calentones propios de la temporada, volví a las andadas y retomé lo del ciberligoteo, y lamentablemente el percal sigue siendo tal cual lo recordaba: patético. 

Pero he conocido a dos hombres.

El primero, es el meteorólogo: un tío de toma pan y moja con pinta de malo -como a mí me gustan- pero con buen fondo, amante de la música y de la fotografía. Durante unos dos meses nos hemos estado enviando mensajes en una botella; o sea, él me escribía, yo le respondía enseguida, y él tardaba unos días en contestar. Entonces le volvía a responder corriendo, y cuando ya creía que el chico de nuevo había desaparecido del mapa, recibía un nuevo mensaje. Todo con cuentagotas, vaya. En cada misiva me explicaba que estaba muy ocupado, que tenía mucho trabajo reparando ordenadores, y hablaba de su tema favorito: el tiempo. No, no era meteorólogo; simplemente llevamos dos meses hablando de climatología. Literalmente. Se ve que el chico no da para mucho más. Aunque he de admitir que las incesantes lluvias de marzo y abril nos han dado mucho juego, y así pasamos de alabar el romanticismo de los días grises en nuestros primeros correos, a cagarnos en lo de las aguas mil de abril y de paso en el gobierno, porque después de tantos días pasados por agua, acabamos concluyendo que estos están metidos en el ajo, que con tanto recorte acabarán queriendo quitarnos el sol y lo mejor de la primavera: las terrazas. El caso, que como ahora el tiempo se ha estabilizado, hace mucho que no nos escribimos, y sospecho que ya no hay feeling entre nosotros. Vamos, un disgustoooo…

La siguiente historia es un poco más chunga, bastante de guión de película. Imagínate una pastelosa, con un protagonista cañón, majo, guapo, inteligente, interesante y con pasta, pero con un puntito de canalla… un Keanu Reeves, por ejemplo. Ahora imagina que la historia medio romanticona de los protagonistas se convierte en una versión exprés y descafeinada de “Noviembre Dulce”, solo que yo soy Keanu y él sería Charlize. Un chico al que empezaba a conocer con el que parecía que conectaba, y que ha tirado todo por la borda paralizado por el miedo a que los resultados de unas pruebas que tiene pendientes no sean positivos y le diagnostiquen una enfermedad potencialmente mortal. Y sin más se volatiliza. Todo bastante triste. Ejem...

Alguien me dijo una vez que es cierto lo de que “a perro flaco todo son pulgas”, ya que estar amargado sólo puede traerte cosas negativas, y por lo tanto una actitud positiva es determinante para atraer cosas buenas. 

Ahora que estoy yo tan a gustito y tan positiva, tan divina de la muerte y que no tengo miedo a perder ni a que se repitan las malas experiencias, yo me pregunto: ¿por qué sigo fracasando tan estrepitosamente en el amor? Y si el amor me da la espalda, ¿qué hago, le toco el culo como dicen? 

Mira que si es verdad que no responder a las cadenas de mensajes de whassap trae mala suerte...


Hola, he vuelto :-)