jueves, 17 de enero de 2013

Ante todo mucha calma

Hace tiempo conocí a un tipo por internet. Su ímpetu y sus ganas de conocerme tras apenas haber compartido una charla vía chat, una foto y descubrir muchos intereses comunes, me abrumó bastante, pero decidí darle una oportunidad para no quedarme con el “y si fuera él”.  Después de la primera cita, la cual por cierto fue muy bien, él me hizo una propuesta al despedirnos: “Vamos a vernos sin presiones y con la calma”. Y me pareció buena idea.
Pero cuando la calma de uno se convierte en el desasosiego del otro, entonces supongo que tendría que llamarse de otra forma.
calma.
(Del lat. cauma, y este del gr. καῦμα, bochorno).
1. f. Estado de la atmósfera cuando no hay viento.
2. f. sofoco (‖ sensación de calor acompañada de sudor).
3. f. Cesación o suspensión de algo.
4. f. Paz, tranquilidad.
5. f. coloq. Cachaza, pachorra.
6. f. desus. Angustia, pena.

(Obviemos de momento las definiciones 1 y 2).
Si nos ceñimos a la definición de calma como la cesación o la suspensión de algo, estaréis de acuerdo conmigo en que todo esto suena al tan odiado “ya te llamaremos” de las entrevistas. Espérese usted sentado, que quizá cuando las ranas críen pelo, decidamos contar con usted.
Lo de acogernos a la paz y tranquilidad, casi que consuela aún menos. Esa será la que tuviera el susodicho que pronunció tal enunciado, porque aquí la que suscribe, se exprimió el cerebro tratando de dilucidar dónde estaba el límite de la calma de cada cual, ese límite que precede al abismo de caer en el olvido, y estuve durante días bailando con su calma, conteniéndome a la vez para morderme la lengua, para dejar las manitas quietas, y no perder los papeles buscando respuestas aún a sabiendas de que seguramente nunca llegarían.
Cachaza, pachorra… sin lugar a dudas la que uno tiene cuando después de prometerle a alguien la luna, decide desaparecer del mapa y no dar señales de vida durante los siguientes diez días. Sí, he dicho diez días, aún a riesgo de sonar esquizoide, pero no me diréis que en la era de la tecnología, superado ya lo de las señales de humo y las cartas escritas a mano que pierde el cartero, no le chirríe a cualquiera un silencio total y absoluto durante ese tiempo. Cuando hoy en día, por ejemplo, somos capaces en apenas un minuto de actualizar nuestro perfil de Facebook compartiendo con todo quisqui si cagamos o dejamos de hacerlo, la banda sonora que escuchábamos mientras tanto, inventarnos un hashtag curioso en Twitter que defina el momento, enviarle un whassap al compañero de piso avisando que traiga papel higiénico (a pesar de que seguramente se encuentre a escasos metros de ti y quizá esté tratando de distraerse para no escuchar lo que haces en el baño), y todo esto antes de tirar de la cadena,  casi sin pestañear, y con una sola mano. Me daréis la razón y estaréis conmigo en que diez días sin decir ni mú, es demasiado para la paciencia de cualquiera.
Por todo esto me pregunto yo, señores catedráticos de la RAE, ¿por qué han decidido que la angustia y la pena sean expresiones en desuso que definan la calma?
Evidentemente yo la perdí. Busqué respuestas y a base de tozudez, las obtuve. Claro que el resultado no fue demasiado satisfactorio. Pero eso es otra cosa.
Puse música y encontré de nuevo mi propia calma, precedida por un "¡a tomar por culo!", eso sí, una frase muy recurrente en mi vida. Y no se me ocurrió nada mejor que decantarme en ese momento por Death Cab For Cutie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No te cortes, di lo que sea que aquí no hay censura