jueves, 31 de enero de 2013

La importancia de llamarse perfecto


 
"Hay gente a la que no se le deben contar ciertas cosas. La vida es una cuestión de tacto"
Oscar Wilde

Los eufemismos o la manera de no llamar a las cosas por su nombre, a veces molan (menos en política).

Las palabras son un arma de doble filo, un arma cargada de significado, el cual puede variar en función del individuo que las interpreta.
Cuando la normalidad en el lenguaje o incluso el sentido del humor pueden hacer daño, resulta útil crear una verborrea sustitutiva para no llamar a las cosas por su nombre, para tratar de construir una realidad menos cruda, como si midiendo las palabras estuviéramos preparando el terreno para lo que queremos decir.

En ocasiones simplemente ocurre que aquello de lo que se quiere hablar aún no tiene nombre, como cuando en el inicio de una relación aún no se ha consensuado lo que sois el uno para el otro. Los eufemismos pueden ayudarte dándote pistas sobre lo que se está hablando. "No quiero compromisos" es un zas! como una catedral que viene a significar que no eres más que un follaamigo. Nada mejor que los eufemismos para atraer la atención hacia lo que se quiere destacar de ese “algo” sin nombre. Es como si se estuviera trazando con palabras el boceto de lo que aún no tiene identidad.

Cuando aparece un hombre en mi vida y aún no tiene una identidad definida porque estamos empezando a conocernos, éste es bautizado con un mote. Así, a los dos últimos les he llamado “Bizcochito”y “Bomboncito”, dos guapetones cuyo interés no iba más allá de querer pegarte un atracón para no volver a repetir. Comida que entra por los ojos pero con valor nutritivo cero.

A medida que el boceto del “sin nombre” se va perfilando, la manera de nombrarle puede ir variando. Generalmente para entonces el susodicho ya ha pasado por mis sábanas, y entonces el mote se convierte en apodo o en eufemismo que suele hacer referencia a sus atributos o técnicas amatorias. “Bomboncito”por ejemplo ahora es “el ñoño-man que se coloca con batido de fresa”. Pero también podría hablaros del paso de otros hombres que fueron bautizados como “Penetrator”, “Thermomix”, “Boa constrictor”, “el asturiano blandito, “el monje budista” o “el gatito”. Por cierto, yo soy “la perra”.

Dicen que el apodo perfecto es aquel que es cómodo de recordar y fácilmente repetible, y que además ha de ser autoexplicatorio porque no necesita de una pregunta intermedia para su total entendimiento. Y he aquí el por qué de toda esta disertación introductoria.

 Amigo cibernáutico que en esto del ligoteo andas más perdido que Adán en el día de la madre o que Michael Knight en un seat panda: te diré que no sé cuál es el nick perfecto para tu perfil en las páginas de encuentros, pero te recomiendo que le dediques un poco de tiempo a elegir tu alias y que te lo curres, porque la primera impresión es la que queda. Tienes que plantearte que ese vocativo va a describir a tu alter ego, es tu eslógan que va a darte una identidad elegida en la que a priori no existen tus defectos ni tus fracasos, por lo que si quieres captar nuestra atención, no deberías pasar por alto ciertos detalles a la hora de escoger tu nick. Con el fin de poder conquistar a la amada, todos podéis crear con vuestro nombre un "Ernesto", y es que ser natural y honesto, es la más difícil de las poses (O. Wilde).

Parece una tontería, pero según los expertos en ciberligoteo, la elección del nick adecuado supondrá no menos del 75% de las posibilidades de éxito.

Estos expertos y yo, estamos de acuerdo en cuáles son los errores que no debes cometer:

- Trata de ser original, no utilices nombres tipo “Pepe75”, “Kike33”,o cualquier nombre vulgar seguido de un número detrás, porque irás a parar directamente al saco de los del montón, y por lo tanto deberás currártelo mucho más cuando intentes iniciar una conversación. Es algo psicológico.

- Si tu nick lleva una repetición de XXX o es un nick directo tipo “MachoInsaciable”, “PeneCaliente”, o hace referencia a los atributos del macho ibérico tipo “BomberoXXL”,está claro por dónde van tus tiros, así que luego no intentes entrar a las tías en plan osito amoroso, ni te ofendas si no nos fiamos de ti o si alguien te pregunta por tus tarifas.

- Si te autodenominas como nosequé seguido de cariñoso, amoroso, meloso, y casi cualquier cosa que acabe en “oso”, o si tu nombre hace referencia a algún personaje tierno e infantil, la impresión que me estás dando es de baboso, y que seguramente tu vida sexual sea la misma que la de una ameba, o sea, nula. Y eso como que echa para atrás.

- “TopeGuapo”,“MaduritoInteresante”, “TuSueño” etc., son apodos que deberías dejar que te otorgásemos nosotras si procede. Ya si eso ¿por qué no llamarte “Pretencioso” o “ChuloPlaya”?

- Cualquier palabra que pueda tener connotaciones negativas tipo aburrido, solitario, "casado-e-infiel", además de decirnos que publicista no eres, lo más seguro es que nos frene a la hora de decidirnos a conocerte. Tu único público será el de las mujeres que van de redentoras por la vida. Plantéate seriamente si lo que buscas es una madre o una amante.

- Ten en cuenta que probablemente tu nick sea un tema de conversación, por lo tanto si escoges el nombre algún personaje famoso, al menos ten un poco de criterio y no elijas el de alguien que no sabes ni quién es. ¡Y aprende a pronunciarlo!

Si nadie te contesta cuando intentas ligar por la red, ten en cuenta todos estos puntos, y utilizando de nuevo las palabras del señor Wild, te daré el mejor consejo de tu vida: las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser comprendidas.

¡Chaval, tú puedes!

 Y hasta aquí mi paja mental de hoy.

lunes, 28 de enero de 2013

El lado bueno de las cosas

“Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana”
Prólogo del libro “Patas arriba. La escuela del mundo al revés” de Eduardo Galeano

Yo no entiendo nada. Vivimos en el mundo al revés. Que hacen falta buenas dosis de inocencia, de amnesia y de resignación para comprender todo lo que nos está pasando.
Para incentivar la economía, se bajan los salarios y se suben los impuestos. Se criminaliza a los funcionarios acusándoles de vagos y se les castiga congelando sus sueldos o directamente se les despide como solución a todos los excesos. Para acabar con el fraude se inventan lo de la amnistía fiscal; y los políticos corruptos no dimiten a pesar de todo y se les premia volviéndoles a elegir. Para acabar con el paro se crean nuevas leyes que facilitan el despido masivo y se eliminan las prestaciones. Los políticos en sus discursos apuestan por la sanidad, la educación y la investigación, pero la realidad es que se cierran hospitales, se despide a profesores y se paralizan los concursos de acceso a nuevas plazas; e inexplicablemente estas son las partidas más recortadas por encima de los presupuestos destinados a la Casa Real, por poner un ejemplo. El ciudadano se tiene que proteger de la policía, hay aeropuertos sin aviones ni pasajeros, autopistas sin coches, viviendas sin inquilinos... Y hoy por hoy, el avance, consiste en ir para atrás.
De un tiempo a esta parte, raro es el día en el que no desayuno leyendo noticias que no entiendo y que desafían mi raciocinio. Y de la sorpresa que causa el no comprender la naturaleza de los hombres ni de sus actos, surge la indignación. De sentir que uno vive en un mundo al revés.

La misma indignación que he sentido al salir del cine de ver "El lado bueno de las cosas" (Silver Linnings Playbook) de David O. Russell, protagonizada por Bradley Cooper y Jennifer Lawrence, a la que los académicos han decidido regalar ni más ni menos que 8 candidaturas a los Oscar: mejor película, director, mejor actriz y actor protagonistas, mejor actor y actriz en la categoría de actor secundario – Robert de Niro y Jacki Weaver- y mejor guión adaptado). Y fíjate que he leído que hacía más de tres décadas que una película no hacía pleno estando nominada a todas las categorías principales, o sea, que ves esto y piensas que la película no es moco de pavo, que tiene que ser una joyita, vaya.  Nada más lejos de la realidad.


ARGUMENTO:
Basada en el libro de Matthew Quick “Un final feliz”, “El lado bueno de las cosas” es la historia de Pat (Bradley Cooper), un hombre que sufre un trastorno bipolar. Tras pasar ocho meses internado por agredir brutalmente al amante de su mujer, sale de una institución mental decidido a controlar su ira y recuperar su antigua vida, esposa infiel incluida.
De vuelta al mundo real, se va a vivir con sus padres, y mientras lidia con su disfuncional familia -una madre hiperprotectora (Jacki Weaver) y un padre (Robert De Niro) obsesivo adicto al fútbol americano y las apuestas- en su camino de redención y reconquista se cruzará con Tiffany (Jennifer Lawrence), una depresiva viuda que se ofrece a ayudarle a conseguirlo a cambio de que sea su pareja en un concurso de baile.

Lo de leer las críticas de las películas es como leer las noticias en el periódico o verlas en la tele; cada uno lo cuenta a su manera, pero cual borrego, te sueles fiar de lo que dice la mayoría y te decides a comprar tu entrada cuando el 99% de las críticas definen a la película así como: “una fresca comedia romántica que ha conseguido revitalizar el género”; “una joya indie con fascinantes e imprevisibles diálogos y con las interpretaciones magistrales de todo su elenco donde De Niro simplemente hace magia”; “una película que consigue des-estigmatizar las enfermedades mentales”; o “recuerda a Little Miss Sunshine por una coreografía cuya preparación vertebra buena parte del hilo argumental”.  

Y sales del cine y dices: ¿hola? ¿Me habré equivocado de sala?

Mi entendimiento del cine no va mucho más allá del me gusta/no me gusta, pero he salido con la sensación de haber visto una comedia romántica más, cargada de tópicos, con poca gracia y pretensiones de filosofía existencial. Me da a mí que ahora cuelgan la etiqueta de indie a cualquier cosa sólo porque tenga determinada música, y colocársela a este proyecto porque la banda sonora venga firmada por Danny Elfman e incluya canciones de Stevie Wonder o  Bob Dylan, me parece más que discutible.
Previsible desde el minuto uno (lo cual me hace replantearme seriamente de nuevo lo de mis habilidades premonitorias, si es que el resto de los espectadores no se han imaginado el desenlace hasta llegar a los créditos), y con unos diálogos aceleradísimos que durante la primera media hora me tenían tensionada, y no sabía si tenía más ganas de fumarme un cigarro, de pegarme un chute de ansiolíticos o de salir de la sala.
Decir que Bradley Cooper hace el papel de su vida, pues qué quieres que te diga, tampoco es que venga de hacer Hamlet, pero ¿nominarle al Oscar? Ídem con Jennifer Lawrence que tampoco me ha transmitido nada, de la que lo único que tengo que decir es que tiene un cutis divino y que está muy buena; y a juzgar por la cantidad de planos de su culo en la película, creo que el director opinaba lo mismo.
El paso de Robert De Niro en la película me parece más testimonial que otra cosa, como si su nombre fuese garantía de seriedad, pero no hay que olvidarse que De Niro -condenado en los últimos años de su carrera menguante a papeles de padre neurótico-, no es Dios, y tiene también cagaditas como “Terapia peligrosa” o “Los padres de ella” y sus secuelas. Quizá por eso digan que ha regresado el mejor De Niro de los últimos años, pero si le dieran el Oscar por “El lado bueno de las cosas”, a mí me sonaría a premio de consolación y me parecería hasta insultante. Me niego a que este papel prevalezca en la historia sobre el Travis Bickle de “Taxi Driver”.
En general todos están demasiado histéricos, y a pesar de que supuestamente son personajes que están al límite, la sensación es que se han quedado a medias, están desdibujados. No es que traten de normalizar la bipolaridad u otros trastornos, es que ignoran casi por completo las implicaciones de esas enfermedades y te plantean algo así como que ser un excéntrico obsesivo-compulsivo es bueno, porque eres único, guay y especial, y además se cura simplemente enamorándote de alguien y con un poquito de voluntad. Puaj!!
Utilizar el baile como terapia liberadora de la mente atormentada de los protagonistas, es el colmo de la ñoñería, y copiar a modo de clímax cómico final el pseudo momento “Dirty Dancing” en el que la bailarina salta y él ha de cogerla por los aires y elevarla, es además cutre.




A lo mejor es que no he entendido nada por no ser americana, porque lo del rollo de “excelsior” no lo he captado, ni el supuesto humor corrosivo, ni la enseñanza de esta película sobre el amor y el lado bueno de las cosas. Mi único aprendizaje es que no hay que fiarse de los Oscar. Y que a falta de mayores dosis de inocencia, amnesia o resignación para poder ver el mundo de colores y el lado bueno, lo  que quiero es fumarme lo mismo que los académicos de los Oscar para al menos poder ver este telefilm como la obra maestra que pintan.
Lo que yo te digo: el mundo está al revés.

viernes, 25 de enero de 2013

Dicen que Wally está en las medianeras



Ligar por internet sigue estando estigmatizado. Aunque el tema se haya normalizado en los últimos años, mis amigas siguen extrañándose de que lo haga. Que digo yo, que igual que uno puede comprar música, cualquier tipo de ocio o comida en la red, por qué no va a poder comprar alimentos para el corazón o aperitivos para noches en las que no te apetece estar solo.
Pues porque está lleno de frikis y pajilleros dicen ellas. Y sí, tienen toda la razón del mundo; que aunque esté feo lo de generalizar, así como argumento demoledor funciona, y salvo honrosas excepciones, tengo que decir que en general, el percal echa bastante para atrás.
Pero es que con lo mona y estupenda que tú eres, lo que te mereces es un príncipe o un dentista- argumentan los que me conocen. Claro que sí, pero de la misma manera que estoy yo allí, puede haber un alguien despistado al cual le encaje en todos sus ángulos la plantilla de hombre perfecto que llevo siempre en el bolso.
Chica, lo que tienes que hacer es salir por ahí.  ¿Me lo dices tú, ex-amiga de correrías, que me has abandonado al optar por una vida marital y por tener hijos, y a la que sólo veo una vez al año, ocasión en la que me aturullas con los rollos de la hipoteca, de lo caros que están los pañales, o de lo duro que es dejar a tu hijo en la guardería? Y mi vida qué, ¿hola?
Lo tengo asumido: mi vida social es una mierda y salgo bastante poco. Y como no utilizo bombonas de butano ni suelo pedir comida a domicilio, tengo claro que el príncipe azul no va a llamar a mi puerta. Y como la opción de ligar en El Corte Inglés que me planteaba mi madre me parece un poco descabellada, sólo me queda intentarlo a base de hacer clic-clic.
Como romántica empedernida que soy, creo que la gran revolución de internet no es sólo el hecho de que en un par de horas puedas estar tomando un café con alguien a quien acabas de conocer, sino la recuperación de la palabra escrita como forma de conquista, aunque muchos se carguen la magia de cuajo entrándote con un "K TAL WAPPISSSIMA", que no creo yo que sea por ahorrar en caracteres. Además de optimizar el tiempo, en mi caso, como talibana musical que soy, me atrae la idea de poder filtrar con quién interactúo fijándome en sus gustos, cosa que por ejemplo no puedes hacer en un “cara a cara” así de buenas a primeras: Hola Fulanito, soy Zutanita, qué tal, mua-mua. Oye, antes que nada, ¿no tienes un poster de Bisbal en tu habitación, verdad?
No me parece, no lo veo. Y ojo, sé que esos filtros pueden estar bloqueando a seres maravillosos fanes de Bisbales y Melendis, pero es que hay cosas que como que no. De la misma manera que he comprobado que el que pasen mis filtros no es sinónimo de éxito, porque el feromonazo no se puede oler ni detectar desde el otro lado de la pantalla.
Me he acordado de un diálogo de "Medianeras" que explica muy bien todo esto:

Llegué a la conclusión de que estas citas son como los combos de McDonalds: en las fotos todo se ve más rico, grande y apetitoso que en la realidad. Cada vez que voy a una cita sufro la misma decepción que frente a un Big Mac.
 
Por eso opté por pasar a la vida real más pronto que tarde con los que cumplían mis requisitos, para no hacer engordar las expectativas más de lo estrictamente necesario.

Pero aún me río de la historia de uno de esos candidatos, llamémosle “el trovador belga”. El trovador belga me cantaba canciones por Skype, conectaba su cámara y en videoconferencia bajo una luz tenue me ponía unos morritos de francés cuando me hablaba que decían bésame. Me prometía venir a cantarme bajo la ventana. El caso es que decidí quedar con él, y fue verle y desear que se me estuvieran pegando las lentejas para salir corriendo. Entendí el por qué de la luz tenue, entendí el por qué de un encuadre determinado que se repetía en todas sus fotos y en nuestras videoconferencias, un encuadre que tenía perfectamente estudiado para tapar una serie de defectos que por respeto a esa persona no desvelaré. Y ya no es que el envoltorio me hubiera decepcionado; es que me sentí completamente estafada porque esa hamburguesa no era carne ni ná.
Y volviendo al tema de “Medianeras”. Os recomiendo encarecidamente el corto, mucho mejor que la película. De manera crítica e irónica, habla del mundo virtual, de cómo gracias a internet nunca hemos estado tan conectados, comunicados e informados, pero a la vez tan solos.  Además tiene una fotografía estupenda, es una delicia si te gusta la arquitectura, y hace varias referencias cinematográficas. De hecho es todo un guiño a Woody Allen. Que no todas las películas sobre el amor en la red van a ser ñoñerías.
Sinopsis Martín es un fóbico en vías de recuperación. De a poco va saliendo del encierro en su monoambiente y su adicción al mundo virtual. En el edificio de enfrente de Martín vive Mariana, una chica recién separada, que tiene tan desordenada la cabeza como el departamento en el que se refugia. ¿Cómo se pueden encontrar en una ciudad superpoblada y caótica como Buenos Aires? La respuesta se encuentra en las medianeras, ya que lo mismo que los separa, es lo mismo que los une.



Buscando a Wally es el libro clave de mi vida (…) Han pasado los años y hay una página que no consigo resolver: Wally en la playa. Lo encontré en el aeropuerto, lo encontré en el shopping, pero en la playa no lo encuentro (…) Entonces me pregunto: si aún cuando sé a quién estoy buscando no lo puedo encontrar, ¿cómo voy a encontrar al que estoy buscando si ni si quiera sé cómo es?

En esas estamos.

jueves, 24 de enero de 2013

Hombres bárbaros



“He that hath a beard is more than a youth, and he that hath no beard is less than a man.” ~William Shakespeare


Pensando en mis últimas entradas sobre la música de dos de mis barbudos favoritos, y sobre todo analizando el modelo de hombre en el que me vengo fijando en los últimos años -que no veas tú el radar que tengo para detectar en un santiamén en cada lugar a todos los barbudos y/o patilludos en mi radio más próximo-, me ha dado por investigar si existe un por qué a esta filia. Porque amiga, me gustan las barbas, y sé que no estoy sola. Doy fe de que somos muchas las que babeamos con este tipo de hombres. Babeamos hasta el punto de tener que poner el cartel de "superficie deslizante" cuando nos cruzamos por la calle con uno de estos machos alfa.
Y me he pasado toda la mañana buscando cuál es el término que define a esta reacción química que experimentamos muchas mujeres y que consigue a menudo trastocar nuestros planes anulando nuestra voluntad, porque yo confieso: mis relaciones con barbudos han sido en su mayoría un auténtico desastre, y generalmente me ha ido mejor con los barbilampiños.
¡Pues no hay ninguna palabra que defina la filia por las barbas!. La “barbafilia” como tal, no existe. Hay una palabra que define lo contrario, o sease, el miedo persistente, anormal e injustificado a las barbas: POGONOFOBIA. Ahí es nada. Pero no hay palabro que signifique esta pasión que yo siento por Glen Hansard, Jero Romero, Luis Tosar, el del anuncio de Tribago o en general por casi cualquier otra barba andante. Menos Rajoy, eh?
En cambio me he encontrado con que hay varios estudios sesudos, de esos en los que las universidades americanas suelen tirar el dinero periódicamente, mientras que aquí en España cada vez sufrimos más recortes en educación e investigación, por cierto. En fin…
El caso, que me he documentado. Un psicólogo de la Universidad de California, Pellegrini, investigó sobre el valor reproductivo que emana la barba más allá de la estética, concluyendo que existía una correlación positiva entre la cantidad de vello en el rostro y la percepción de ser más masculino, dominante, guapo y liberal. Pero no se confirmó que fuera más saludable a nivel reproductivo. ¡Vaya! El Dr. Freeman de la Universidad de Chicago, llevó a cabo un estudio similar, concluyendo que para las mujeres, la barba era símbolo de magnetismo sexual y atractivo, sintiéndose ellas más femeninas ante ellos. Aparte hay teorías a nivel biológico que vienen a decir que las barbas, primitivamente se veían como síntoma de madurez, sabiduría y respeto, de la misma manera que en las mujeres, las curvas eran un símbolo de fertilidad y erotismo. Por lo que las hembras empezaron a considerar a los barbudos como más aptos para la procreación, porque claro, por esas cosas de los genes y la perpetuación de la especie y tal, las trogoloditas pensaban que si se tiraban a un barbudo, tendrían niños más sabios y más inteligentes, por lo tanto más longevos. Porque saldrían a papi.
Y no tendrá palabra, pero no se tú; yo con todo esto, como que me he quedado más tranquila. ¡Di sí a la barba!


Y POR SI TE QUIERES ENTRETENER LA VISTA:
Beard pornography : A blog dedicated to beards: the single most manly, and great thing a man can have
The bearded :   The bearded photographer
Beloved beard:  The single most manly, and great thing a man can do. To have a beard is to be a true man. If you have a beard, show it off proudly, and enjoy the satisfaction of the envy in the eyes of people around you who don’t have beards. If you don’t have a beard, grow one. If you cant grow one and your not past puberty yet, hold out my young friend, your time will come. The best solution to any problem. A sort of spiritual band-aid that’s only effective when used by men. The dark side of the Force.
Bearded boys : bearded boys that I would marry with


miércoles, 23 de enero de 2013

Oscurece, por lo tanto amanecerá


El otro día trasteaba por El Café de Rick, y leí su reseña sobre el Festival de Cine Documental Musical de Donostia, donde entre otros, se presentó el corto "Auto", de Luis Alfaro.

Auto es una serie documental musical sobre la actual escena de la autoedición discográfica en España, abordada como fenómeno artístico pero también industrial, económico, cultural... Su principal objetivo es hacer un retrato de los autores y sus motivos para tomar el control de la edición (distribución, promoción...) de su propia obra, y averiguar qué reflejo tiene esto (o no) en sus canciones.
 (...) retrata ese momento de cambio y convulsión en el que muchos artistas y bandas han decidido tomar las riendas de sus carreras, producir y editar por su cuenta y riesgo sus propias obras, cuestionando el papel de los sellos y compañías discográficas tradicionales.
(...) sobre conseguir el éxito y seguir más allá o sobre fracasar y todavía no cejar en el empeño.
O sea, habla del crowdfunding, de la financiación en masa, del micromezcenango, la financiación directa o como quieras llamarlo. En cristiano: conseguir que un proyecto (en este caso musical) salga adelante a través de una participación minúscula en un proyecto masivo. Una especie de cadena de favores donde uno se convierte en mecenas -sin la necesidad de ser un Borgia o un Médici-, aporta para la causa una pequeña cantidad de dinero, y con eso no sólo colaborara en que el proyecto por el que está apostando vea la luz, sino que además el mecenas suele recibir una recompensa.
En el documental toman voz entre otros Vetusta Morla, Nacho Vegas o mi barbudo favorito Jero Romero (Nota interna: no sólo escucho música que hacen barbudos), al que yo mecené. (Nota interna 2: mecené, que no me cené).
Ser mecenas fue una de las experiencias más bonitas de mi vida. Fue como un romance. Como cuando te fijabas en un chico de clase y le amabas en la clandestinidad porque él probablemente ni si quiera había reparado en tu existencia (sólo eres alguien más que escucha sus discos). Tú le sigues tan de cerca (en cada concierto, escuchando sus canciones…) que llegas a creer que le conoces; le tienes como a alguien próximo, le consideras un colega y crees que cómo se comporta, lo que dice, lo hace por y para ti (sus letras, con las que me siento tan identificada a veces), porque él seguro que también está por ti. Y ¡oh sorpresa!, llega el día en que él se fija en ti (cuando Jero pidió ayuda y nos invitó a ser mecenas), y entonces empezáis a hablar y a intercambiar opiniones, a conoceros (emails en los que Jero nos iba contando cómo se desarrollaba el proyecto por el que yo había decidido apostar). Y los lazos se van estrechando, el roce hace el cariño (¡muchos emails, muchos emails!), y por fin llegan los mimos y los regalos con los que tanto habías soñado (adelantos en exclusiva del disco o la canción “Pensaba”, que sólo aparece en los discos para los mecenas). Y como este es un cuento feliz, el chico se compromete contigo y te regala un anillazo (el disco "Cabeza de León" autografiado, con tu nombre en los créditos entre las muestras de agradecimiento), y os unís en una ceremonia fastuosa (el concierto para los mecenas), sois felices y coméis perdices. FIN.
En estos tiempos apocalípticos de crisis que vivimos, es necesario que no caigamos en la desesperanza para que podamos reaccionar, como dice El Roto, agudizar el ingenio y plantearnos que otro mundo es posible. Un mundo en el que podamos esquivar a la crisis, luchar por aquello en lo que creemos y tomar las riendas de nuestro proyecto, como en el crowdfunding o en las cadenas de favores, para que salgan cosas tan bonitas como el disco de Jero Romero “Cabeza de León”.
Porque como dijera la señora Gamp de Dickens, qué maravilloso es que cuando se vive en constante lamento, que alguien te haga sonreír.


lunes, 21 de enero de 2013

Las marcas blancas

El otro día recibí un mensaje de George Clooney y no me tembló el pulso a la hora de escribirle y decirle que no estaba interesada. Ya tengo experiencia en estas lides: aquí la menda lerenda ha sido capaz de rechazar a hombres como Brad Pitt, Keanu Reeves o Johnny Depp.
Pero cuando me escribió Paul Newman ya no pude morderme más las teclas, y le contesté: ¡Oh, Paul, pero si eres tú que vienes desde el más allá! ¡Lo siento mucho cariño, pero nuestro amor es imposible porque no me va la necrofilia! Y claro, el que estaba al otro lado, se encabronó.
Evidentemente no se trataba de personajes reales, sino de perfiles falsos que pululan por las páginas de encuentros. Y yo tengo entre otras premisas la de no interactuar con perfiles sin foto o con fotos falsas. Algunos cuando ven que no contestas, te confiesan que sus fotos no son reales. ¡Vaya Mr Bana, no seas malo, no juegues con mi corazón! ¡Y yo que pensaba que el universo por fin había hecho caso a mis súplicas de traerte a mi vida con un lazo rojo! Entonces te prometen que pueden enviarte unas fotos, si quieres, pero por privado. ¿Pero van autografiadas?- digo yo.
En  el mercado de los sentimientos, si te pasas por mi puesto podrás hacerte una idea de lo que ofrezco; te podrá parecer más o menos atractivo, pero al menos ahí tienes la etiqueta para leerla. Aunque sea una etiqueta demasiado larga, todos tenemos tiempo para darle un buen repaso. ¿O acaso nunca te has leído la etiqueta del champú mientras visitas al señor Roca?
Como buena maruja, cuando voy al súper llevo mi mi lista de la compra, y a veces pasa que acabo picando con ofertas o productos que no estaban en la lista, porque tiene un aspecto delicioso, porque es un ofertón que no puedes dejar pasar, o porque sus propiedades parecen ser de lo más sanas y nutritivas; pero para eso tengo que mirar la etiqueta, leer y ver qué es lo que me ofrece ese producto que no estaba en mi lista. No siempre uno tira hacia las marcas conocidas; de hecho las marcas blancas pueden ser incluso más interesantes, pero claro, hace falta una buena labor de márketing para que esas marcas te entren por los ojos.
En mi experiencia como compradora por internet, tengo que decir que al stand de hombres disponibles le hacen falta muchos creativos publicitarios y correctores de estilo de sus etiquetas, amén de asesores de imagen, que peor que poner fotos falsas, es lo de la fotito frente al espejo y/o con el torso descubierto. Lo siento chicos, ya no vende. Al menos entre las marujas que buscamos calidad.  
No me digas que eres normal, porque hasta donde yo sé, los alienígenas aún no nos han colonizado, por lo tanto a no ser que seas verde o que te falte o tengas una extremidad de más, seguramente seas normal, como todos. No me digas que eres amigo de tus amigos, porque es de lo más redundante... a los enemigos ni agua, ¿verdad? ¿a que lo adivino? No me digas que te gusta vestir informal pero que te arreglas cuando la ocasión lo merece, porque a no ser que seas un friki de los que va con chándal todo el día sin ser precisamente un atleta, es lo que hacemos la gran mayoría, por lo tanto no te describe. No me digas que qué difícil es definirse a uno mismo, porque si a tu edad no sabes lo que eres, lo llevas claro; y mucho menos me remitas a tu abuela o a tus amigos para averiguarlo, porque primero quiero conocerte a ti, y luego ya si eso me presentas a la familia y hablamos de cómo van a ser las cortinas de nuestro salón. No me digas que odias la mentira, porque en toda mi existencia, jamás he conocido a nadie que diga lo contrario; pero si en cambio la amas, dilo claramente, que estaré encantada de adularte.
Y por último, y no menos importante, no me saludes con un OLA K ASE?
¿Perdonaaa? ¿A qué jugamos?

Glen Hansard: Rhythm and repose

Nunca he entendido de etiquetas ni banderas. A mí lo que me mueve es la pasión, las emociones y los sentimientos, y lo mío con Glen Hansard fue amor a primera vista, no sólo por su barba.
Como mucha gente, llegué a él gracias a "Once", una sencilla película que habla sobre dos seres imperfectos, aparentemente dos perdedores (él músico callejero y ella una vendedora de flores inmigrante) que se encuentran y conocen gracias a su amor por la música, una pasión que va más allá de la pantalla y que consigue tocarte. Habla de dos corazones rotos, de la cautela provocada por el desengaño, de tomar decisiones en momentos importantes, de aprovechar las oportunidades para lanzarse al vacío y olvidarse del miedo a lo que pueda pasar. Cuando se agotan las palabras, la historia sigue su discurso a través de las canciones. Glen Hansard y Marketa Irglová, que protagonizan la cinta, no son actores, sino músicos, pero consiguen enganchar con su naturalidad y su espontaneidad, y resulta increíble que a pesar de ser una película de pequeño presupuesto (apenas 10.000 euros) y baja taquilla, lograsen que uno de los temas de su banda sonora, “Falling Slowly” se llevara el Oscar en 2008 a la mejor canción. “Hagamos arte”, dijeron en su discurso, “lucha por tus sueños, sin importar lo grandes que sean”. Y esa es precisamente la premisa que siguieron y les hizo grandes.
El Glen real no fue un buen estudiante, pero tenía claro que quería dedicarse a la música y ser recordado por sus composiciones e interpretaciones musicales. Con 13 años, un profesor le entregó una guitarra, y le propuso el reto de marcharse Dublín para intentarlo, con la condición de que no volviera en un año. Si en ese periodo conseguía sobrevivir, nadie pondría en duda su compromiso con la música. Él no se lo pensó dos veces y siguió su sueño, y hoy, casi 30 años más tarde, sigue dedicándose a lo que ama. Y sigue llevando consigo aquella vieja y rota guitarra que le acompañaba en sus días de músico callejero. El propio Glen explicó en uno de sus conciertos en Japón, que el representante de las guitarras Takamine, el modelo de la guitarra de la que no se despega, quiso entregarle una nueva, pero él no quiso aceptarla porque esa guitarra representa dónde y cómo empezó en la música.
Cuando vi “Once”, tuve la sensación de haber dado con una pequeña delicatesen que no mucha gente iba a saber apreciar. Después de enamorarme de su banda sonora, comenzó mi labor de investigación sobre la vida y la música de Glen; y es que si algo me gusta, puedo volverme muy obsesiva, hasta el punto de tener una sensación de complicidad y empatía con él, como si le conociera de toda la vida. No sé si mi madre o mis amigas le darían el visto bueno, al menos a un té se que le invitarían, pero yo siento verdadera devoción por Glen Hansard, a pesar de su sello en el meñique ;-)
Tras más de 20 años de carrera alternando sus trabajos con "The Frames" y "The Swell Season",  por fin se decide a lanzar su primer proyecto en solitario, “Rhythm and repose”, que lleva varios días sonando en mi casa en modo loop como preludio de su próximo concierto. I can’t wait!!!



Si ya habías escuchado alguno de sus trabajos, puede que “Rhythm and repose” no te resulte algo muy arriesgado: siguen siendo canciones con un toque folk melancólico sobre el amor y el desamor, sobre la vida misma, pero con el mismo rigor y calidad de siempre donde su voz predomina por encima de todo. Esa voz cálida que a partes iguales puede adormecerte, excitarte o partirte el alma en dos con sus quiebros desgarrados. Vamos, que si no te pone la piel de gallina es que estás muerto.
Es un álbum para escuchar en una tarde de lluvia como hoy, y dejarse atrapar por la morriña, pero sin el miedo a deprimirse o a encontrar un motivo más para plantearte acabar con tu existencia. La vida a veces duele, sí, pero si duele es que estás vivo, y esa es la sensación que transmiten sus canciones. Sus letras te dicen que no hay que temer al fracaso, sino aprender de cada tropiezo para encontrar la fuerza para luchar y tomar la determinación de que mañana será otro día. Su título lo dice todo, pero quizá tiene más que ver con el reposo y la tranquilidad que da la madurez de haber pasado por ciertas experiencias, que con el ritmo y la alegría de un nuevo comienzo.
Arranca el disco con “You will become”, una canción que bien podría haber sido un tema más de la banda sonora de “Once”, y no sólo porque cuente con la colaboración de Marketa Irglová. Aunque suene a canción de amor, al parecer está dedicada a sus hermanos pequeños y a lo prometedor de la juventud.
Acompañado de nuevo de Marketa Irglová, “Maybe not tonight” tiene un regustillo de una canción folk-rock de los 60 a lo Harry Nilsson,  te invita a un último baile con tu amante, con la que sabes que no tienes futuro y con la que quieres hacer las cosas bien, pero con la que quieres aprovechar y estirar esos últimos instantes.
Hannah Cohen acompaña en los coros de “Talking with the wolves”, demostrando que al igual que con Marketa, dos voces que son el contrapunto una de otra pueden empastar deliciosamente. Por sus bases rítmicas y su melodía pegadiza, es quizá la canción más pop de todo el recopilatorio.
“High hope” es de esas canciones de gallina de piel en la que muestra todo su potencial vocal. Tras una introducción en la que se pregunta por qué uno tiene que perder todo para averiguar lo que quiere, coge carrerilla para gritar con euforia al más puro estilo góspel, que mientras tu corazón sea fuerte, puedes seguir adelante.
Saca el pañuelito, porque “Bird of sorrow” es una de esas baladas en las que vuelve al dramatismo guiado por la melancolía del piano y de los arreglos de cuerda, una canción que va creciendo y creciendo con un Hansard casi desesperado que en plan catarsis te grita desgarradamente que el amor va a encontrarte, así que más te vale estar preparado. Seguro que te va a doler.
“The storm is comming” sigue la línea de la canción que le precede, y con “Love don’t leave me waiting”, la que para mí la más buenrollista de todas, hace un cambio de tercio. Y es que después de la tormenta, siempre llega la calma.
En “What are we gonna do” vuelve a contar con Marketa Irglova. Glen Hansard se desnuda y se sincera en una letra que parece definir la que pudiera haber sido su última conversación antes de acabar con su relación de pareja con Marketa: “No quiero perderte”- dice él. Y ella le responde que no quiere cambiarle, pero que está muy lejos de lo que era cuando le conoció. Con la misma desnudez, cantando a modo de susurro, de manera reposada va abandonando el minimalismo a medida que se van incorporando en la canción los distintos instrumentos.
“Races” es otra balada sincera que suena a himno irlandés donde Glen hace un acto de humildad que no suena a falsa modestia. “El que haya ganado algunas carreras no significa que sea mejor o más rápido que cualquiera”- canta. ¿Cómo no amarle?
"Philander" es mi favorita. Sencillamente me pone ese toque tan sensual. Comienza con un espasmo de piano para ir reptando hacia una especie de oscuridad barroca. En los versos en cambio escasea la instrumentación, haciéndolos aún más contundentes y que destaque una voz rugosa, que raspa, pero que gusta, porque resulta que te está diciendo que siempre va a quererte y va a estar ahí.
“Song of good hope” fue escrita para un amigo que sufría de cáncer. Es simplemente una perfecta obra de belleza y tristeza a partes iguales, un pedazo de su vida relatado a modo de cuento, donde siempre hay una moraleja: a pesar de la dureza del momento, tienes que agarrarte al amor y a la esperanza.
Si aún no te he convencido, puedes probar a escuchar su disco (si es que aún no lo has hecho) en Spotify, o en su web, o emocionarte con el acústico que hizo en la radio pública estadounidense, o directamente presentarte a uno de sus conciertos en España: en Madrid el 13 de febrero en Joy Eslava, Bilbao el 14 en el Kafe Antzoki o Barcelona el 15 en el Festival Milenni.
  

viernes, 18 de enero de 2013

La lista de la compra

Hace años, hubo un momento en el que mi vida social se había reducido drásticamente, mis amigos evolucionaban en una dirección que no me motivaba y a la inversa, y mi vida sentimental digamos que brillaba por su ausencia. Mientras, mi madre -viuda desde hacía casi dos décadas- salía cada fin de semana, y reconozco que fue frustrante el hecho de que se hubieran cambiado nuestros roles y fuese yo la que la despidiera con un “ten cuidado con lo que haces, pásalo bien”, para después empijamarme y ahogar mi soledad en una tarrina de helado a lo Bridget Jones. Mi madre estaba ligando por internet, y entre otras cosas, me contaba los sitios estupendos donde los hombres la llevaban y la invitaban, porque ellos siempre pagan, al menos la primera vez. Sentí envidia de esa ilusión; en cada cita ella estaba estrenando algo, y ya sabemos lo que nos gusta a las mujeres estrenar algo: un vestido, una barra de labios, un perfume, un restaurante, un vino delicioso que jamás había bebido, una amistad, un amor… Entonces decidí no ser menos y probar lo de las citas cibernéticas. Me creé un perfil en una famosa página de encuentros y empecé a jugar.
Hace mucho tiempo de todo aquello, pero aún hoy, mis circunstancias siguen siendo bastante parecidas. Llega un punto en el que los amigos se emparejan, se casan, tienen hijos, y ahí te quedas tú, oh! solterona, sola con tus circunstancias y más colgada que la mojama, que el jamón, la longaniza y toda una charcutería entera. Y cuando la gente tiene la vida más o menos hecha, resulta bastante complicado que aparezcan nuevas personas en tu camino.
Probé a apuntarme a cursos de idiomas sin demasiado éxito, pues por cuestiones de horarios fui a dar con un grupo de amas de casa que sentí poco tenían que aportarme. Eso sí, el curso lo pasé y con nota.  
A través de facebook recuperé algunas amistades de la infancia, comprobando cómo la mayoría de ellos habían sido arrastrados a esa vida estándar en la que no encajo de casamiento, tener hijos o hipotecas, pareciendo ser éste su único posible tema de conversación. Otros en cambio seguían exactamente igual, pero con 20 años más, lo cual resultaba aún más patético.
Intenté lo del gimnasio, pero jamás logré intercambiar una palabra con nadie más allá del uff- qué cansancio-qué calor- qué dolor, no puedo más.
Grupos de intercambio de idiomas, clases de yoga, citas de 7minutos, conciertos, conferencias, y varios intentos infructuosos más, sólo a través del cambio de trabajo conseguí hacerme con un pequeño grupo de nuevas amigas, valiosísimas, eso sí. Pero el príncipe azul se sigue resistiendo.
Mi madre me sugirió que fuera a hacer la compra a El Corte Inglés, porque leyó no sé dónde (sus fuentes son siempre así de fidedignas) que a última hora de la tarde, el perfil del comprador de los supermercados de El Corte Inglés es un hombre independiente, trabajador, de alto nivel adquisitivo, y según ella lo de averiguar si el tipo es soltero o no, es sólo cuestión de fijarse en lo que compra. A saber: nada de paquetes ahorro familiares, mucho congelado, y mejor si le ves sin lista de la compra, porque si no tiene pareja, lo más seguro es que se la haya hecho su madre, lo cual es aún peor. Aún no me he atrevido a probar, pero sí que me he imaginado las distintas excusas que podría utilizar para acercarme al candidato, desde el choque “accidental” de carros, a pedir opinión sobre un vino, o el socorrido perdona puedes alcanzarme esto y ya que estás me dejas tu teléfono. Todo muy peliculero.
Así que tuve que retomar lo del portal de ligoteos, que no hay cosa más mala que un jamón, una mojama o una longaniza revenía, y a consecuencia de mis experiencias, decidí modificar el perfil inocente que creé hace años, abierta por entonces a conocer a cualquiera que tuviera algo que aportarme (como Leticia Sabater que dice que sólo quiere que la quieran), hasta  convertirlo en toda una lista de exigencias para con el candidato, que una ya tiene una edad y está harta de tonterías. La perfecta lista de la compra de un producto tan exclusivo que me temo no encontraré ni en la sección gourmet de El Corte Inglés, oiga. Pero a cabezota y exigente no me gana nadie, y esta pata negra sólo puede maridar con un alguien estupendo. Que para eso está internet, ofreciéndote un amplio abanico de mercantilización de sentimientos, un supermercado donde sabes que todo el producto está a la venta y sólo tienes que elegir, donde las opciones pasan por el amor para toda la vida, el polvo ocasional, el amigo pagafantas o el follamigo, y tú sólo tienes que decidir cuánto quieres invertir.

Yo me he convertido en toda una experta buscadora de compañía. Solo que aquí en el proceso de compra y prueba, no suelen devolverte lo invertido si no te gusta el producto elegido. Y tampoco hay hoja de reclamaciones.
 

jueves, 17 de enero de 2013

Ante todo mucha calma

Hace tiempo conocí a un tipo por internet. Su ímpetu y sus ganas de conocerme tras apenas haber compartido una charla vía chat, una foto y descubrir muchos intereses comunes, me abrumó bastante, pero decidí darle una oportunidad para no quedarme con el “y si fuera él”.  Después de la primera cita, la cual por cierto fue muy bien, él me hizo una propuesta al despedirnos: “Vamos a vernos sin presiones y con la calma”. Y me pareció buena idea.
Pero cuando la calma de uno se convierte en el desasosiego del otro, entonces supongo que tendría que llamarse de otra forma.
calma.
(Del lat. cauma, y este del gr. καῦμα, bochorno).
1. f. Estado de la atmósfera cuando no hay viento.
2. f. sofoco (‖ sensación de calor acompañada de sudor).
3. f. Cesación o suspensión de algo.
4. f. Paz, tranquilidad.
5. f. coloq. Cachaza, pachorra.
6. f. desus. Angustia, pena.

(Obviemos de momento las definiciones 1 y 2).
Si nos ceñimos a la definición de calma como la cesación o la suspensión de algo, estaréis de acuerdo conmigo en que todo esto suena al tan odiado “ya te llamaremos” de las entrevistas. Espérese usted sentado, que quizá cuando las ranas críen pelo, decidamos contar con usted.
Lo de acogernos a la paz y tranquilidad, casi que consuela aún menos. Esa será la que tuviera el susodicho que pronunció tal enunciado, porque aquí la que suscribe, se exprimió el cerebro tratando de dilucidar dónde estaba el límite de la calma de cada cual, ese límite que precede al abismo de caer en el olvido, y estuve durante días bailando con su calma, conteniéndome a la vez para morderme la lengua, para dejar las manitas quietas, y no perder los papeles buscando respuestas aún a sabiendas de que seguramente nunca llegarían.
Cachaza, pachorra… sin lugar a dudas la que uno tiene cuando después de prometerle a alguien la luna, decide desaparecer del mapa y no dar señales de vida durante los siguientes diez días. Sí, he dicho diez días, aún a riesgo de sonar esquizoide, pero no me diréis que en la era de la tecnología, superado ya lo de las señales de humo y las cartas escritas a mano que pierde el cartero, no le chirríe a cualquiera un silencio total y absoluto durante ese tiempo. Cuando hoy en día, por ejemplo, somos capaces en apenas un minuto de actualizar nuestro perfil de Facebook compartiendo con todo quisqui si cagamos o dejamos de hacerlo, la banda sonora que escuchábamos mientras tanto, inventarnos un hashtag curioso en Twitter que defina el momento, enviarle un whassap al compañero de piso avisando que traiga papel higiénico (a pesar de que seguramente se encuentre a escasos metros de ti y quizá esté tratando de distraerse para no escuchar lo que haces en el baño), y todo esto antes de tirar de la cadena,  casi sin pestañear, y con una sola mano. Me daréis la razón y estaréis conmigo en que diez días sin decir ni mú, es demasiado para la paciencia de cualquiera.
Por todo esto me pregunto yo, señores catedráticos de la RAE, ¿por qué han decidido que la angustia y la pena sean expresiones en desuso que definan la calma?
Evidentemente yo la perdí. Busqué respuestas y a base de tozudez, las obtuve. Claro que el resultado no fue demasiado satisfactorio. Pero eso es otra cosa.
Puse música y encontré de nuevo mi propia calma, precedida por un "¡a tomar por culo!", eso sí, una frase muy recurrente en mi vida. Y no se me ocurrió nada mejor que decantarme en ese momento por Death Cab For Cutie.

miércoles, 16 de enero de 2013

Superhéroes del equilibrismo



Mujer blanca, soltera, busca.
Ya sea con los ojos abiertos y de manera activa, o disimuladamente, como el que pasea mirando al suelo y encuentra una monedita. Yo sí busco. O espero encontrar, que parece ser más políticamente correcto. Me tienen frita todos los que dicen que eso no se busca, sino que se encuentra, aunque a mí me suena más bien a consejo derrotista: “Anda tonta, va, que lo que te pasa a ti es que buscas, pero tú relájate que verás cómo cuando menos te lo esperes aparece”. ¿Cómo, cuándo, dónde?

Pues sí, sí busco. No hablo de piso ni de trabajo (afortunadamente, tal y como está el patio), sino de una pareja. Y extrapolando el ejemplo de la monedita, no quisiera conformarme con cualquier cosa, sino que quiero la perra gorda.
Y aquí vamos al quid de la cuestión, a la definición de la "perra gorda".
El príncipe azul que yo soñé, con el tiempo se ha ido cargando de un montón de peros y de aprioris que años atrás habrían pasado desapercibidos, pegas que ahora hacen saltar las alarmas de peligro en cuanto son detectadas, y consiguen emborronar la imagen del candidato, su esencia, lo verdaderamente importante.
Sí, me estoy convirtiendo en una solterona maniática, a la que las manías le vienen limitando desde hace un tiempo, pues éstas se han convertido en pegas que voy repartiendo a diestro y siniestro, y no siempre de manera acertada, tengo que admitirlo. He creado una plantilla imaginaria del hombre de mis sueños que siempre llevo conmigo, y me doy cuenta de que jamás consigo que encaje en todos los ángulos de los hombres que se cruzan en mi camino. Soy capaz de rechazar a un tío por detalles tan simples como que lleve sandalias de Jesucristo o un sello en el dedo meñique. Y el rasero que cuela a los que no hacen uso de estos adornos, acaba haciendo criba con cosas como las faltas de ortografía garrafales, la falta de inquietudes, o la abundancia del color gris. Un casting interminable que acaba cargándose a todos los candidatos y suele dejar como único ganador a mi perro, en el que me refugio buscando afecto cuando no encuentro lo que deseo en mis congéneres. "Cuanto más conozco a los hombres, más me gusta mi perro", como dijo Brigitte Bardot reinterpretando las palabras de Lord Byron.

He llegado al punto en el que no se definir lo que busco, pero tengo claro lo que no quiero. Que yo no quiero la perra chica, porque para eso, como decía mi abuela, el buey solo, bien se lame.
Y me sorprendió que alguien como Mateo Gil en su corto “Dime que yo” (ganador del mejor cortometraje de ficción en los Premios Goya del 2009 y del Premio Especial del Jurado en el Festival de Málaga del mismo año),  supiera dar las pinceladas de ese imposible que algún día espero encontrar:
Queréis putos supermanes. Queréis tíos fuertes pero que tengan tipín. Que tengan pinta de atormentados pero que sean graciosos. Os gustan poetas, pero un poco brutos. Queréis que sean constantes pero que sepan sorprenderos. Queréis que sean sinceros pero que conserven el misterio. Que estén locos por vosotras pero que pasen de vuestro culo. Queréis que sean guapos pero que la belleza no importe. Y que tengan un buen rabo pero que el tamaño de igual. O sea que... ¡joder! Queréis superhéroes del equilibrismo. Queréis que tengan la capacidad de abriros el cielo en un momento pero sólo para vosotras. Queréis que no tengan secretos pero también que sean como desconocidos cada vez para poder sentir las putas hormiguitas en el estómago...¡Lo queréis todo, coño, todo!


Pues sí. Lo quiero todo. ¿Acaso no tengo derecho a escribirle la carta a los Reyes Magos ya que he sido buena?